Nos oímos pero no nos escuchamos

Tomado de Portafolio

Pensar que la dependencia de re- cursos fiscales por parte del sector minero energético se compensará con ingresos del agro y turísmo es una quimera.

Siempre en un proceso de remodelación de cualquier edificación hay un asunto esencial: no se pueden tocar las estructuras hasta que se hayan hecho sus refuerzos previos, porque de no realizarlos el colapso será seguro.

Por esto preocupa ver que se considere enemigo interno a las normas existentes y se crea necesario desaparecerlas para lograr imponer el incierto cambio. Igualmente es nociva la narrativa de estigmatizar a los empresarios del país, cuando sobre sus espaldas se soportan el desarrollo, los recaudos anteriores y futuros, y la generación de empleo formal, que son la base cierta para cualquier cambio sostenible.

El cimiento de la seguridad energética se pretende cambiar al no suscribir nuevos contratos de exploración y explotación, lo que ni siquiera permitiría, por lo menos, mantener las necesarias reservas de gas y petróleo, además de gravar con sobretasas a estos sectores, así como la generación hidroeléctrica que, paradójicamente, es nuestra principal fuente de energía limpia.

Todo esto es contrario al propósito de acelerar la transición energética. Estudios realizados por CREE y auspiciados por Enel, sobre los costos y ruta para lograr la carbono neutralidad al 2050, evidencian la necesidad de utilizar intensivamente gas en los próximos 10 años, por ser el combustible más económico y menos contaminante. Es necesario garantizar la seguridad energética, lograr mayor eficiencia y electrificar nuestra economía, para no continuar en un discurso distante del objetivo.

La transición conlleva generar más energía con fuentes renovables eólicas y solares. El 12% de la próxima matriz eléctrica está en los proyectos de La Guajira, que necesitamos con urgencia, y pueden no entrar a tiempo porque no se están dando las condiciones ni mensajes concretos para que avancen las consultas previas y así volverlos realidad; por lo tanto, hoy están en el papel.

Perder la soberanía energética marchitando a Ecopetrol, patrimonio de todos y fuente sustancial de recursos fiscales, implicará el recorte de los programas de ayuda social, lo que sería frustrante. Pensar que la dependencia de recursos fiscales por parte del sector extractivo y energético se compensará con ingresos agropecuarios y turísticos es una quimera en el corto y mediano plazo.

Otro tema es incentivar la movilidad sostenible eliminando el IVA del 5% a los vehículos eléctricos y 19% a los dedicados a gas, impuesto que genera ingresos marginales fiscales. La transición requiere quitar barreras para que esta movilidad sea competitiva por precio y beneficios de uso.

El alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, hizo una reflexión, si Colombia se apagara, realmente habría un impacto ínfimo en los efectos del Calentamiento Global. Consecuentemente, todos debemos aportar, pero la transición energética no puede ser abrupta, debe garantizar confianza y bienestar social.

Como decía el monje budista Hanh, “en un diálogo verdadero ambas partes deben estar dispuestas a cambiar”.

Camilo Sánchez
Presidente Andesco