A pesar de que la matriz eléctrica de Colombia es relativamente limpia, este no es el caso para el sector energético. Solo el transporte representa el 12 % de las emisiones del país. Las energías renovables no convencionales atraviesan dos oportunidades clave: la meta nacional de ser carbono neutro para 2050 y lograr que la recuperación económica por el COVID-19 no se haga a punta de explotar recursos fósiles.
En Colombia es común escuchar que tenemos una de las matrices de energía eléctrica más limpias en el mundo. Se nos repite constantemente que casi el 70 % de la electricidad que se genera viene de hidroeléctricas, una fuente renovable (basada en la utilización de recursos naturales capaces de renovarse ilimitadamente), mientras que el 30 % se da por generación térmica, más contaminante. En cambio, solo el 1 % de la electricidad lo generan fuentes no convencionales de energías renovables, como la eólica, la solar y la biomasa. Lo cierto es que hay un rezago.
Pero como dicen popularmente, el diablo está en los detalles, y si uno en vez de hablar de la matriz eléctrica lo amplía a la energía que se produce en Colombia, el escenario cambia. La oferta de electricidad, según la Unidad de Planeación Minero-Energética (UPME), solo representaba el 17 % de toda la oferta nacional para 2018. Una cifra que nos ayuda a entender por qué la discusión sobre las energías renovables es válida incluso en Colombia, sobre todo en un contexto en el que se sumaron nuevos jugadores: el compromiso del país de ser carbono neutro para 2050 (que las emisiones que se generen sean proporcionales a la captura de carbono que Colombia haga) y la necesidad de una recuperación económica sostenible tras la crisis que deja el coronavirus.
Si hay que hablar de una transformación energética en Colombia, y decirle adiós al carbón, es una discusión que se tiene que dar ahora más que nunca. Así que entienda este texto como una guía para enterarse de cómo producimos energía hoy, lo malo, lo bueno y las oportunidades de cambio que debemos aprovechar si queremos cumplir nuestro objetivo a 2050.
Sí, es una matriz eléctrica limpia, pero muy vulnerable al cambio climático
Como ya dijimos, si estamos hablando de la oferta de electricidad, Colombia no va realmente mal en cuanto a emisiones que aumenten el cambio climático. Y eso es una buena noticia. Pero según explica María Alejandra González, oficial de mitigación al cambio climático de WWF, se debe trabajar para que Colombia tenga una matriz eléctrica aún más resiliente, pues al depender principalmente de agua, también está sujeta a los eventos climáticos extremos que serán quizá la nueva normalidad con el cambio climático. “Debemos diversificar esa matriz, pero no con carbón y gas, sino con otras fuentes, como la solar y eólica”.
El ejemplo icónico cuando se trata de la vulnerabilidad que tiene nuestra matriz eléctrica ante las condiciones climáticas es el recordado apagón del 91. El fenómeno de El Niño, caracterizado por los períodos secos, bajó el nivel del agua en los embalses, a tal punto que la oferta hídrica disminuyó, tocó echar mano de las térmicas y, además, racionar el consumo de energía en un 26 %.
Casos similares, pero quizá no tan drásticos, se han repetido desde entonces. Como bien lo explica la misma UPME en un estudio sobre la adaptación del sector energético al cambio climático, El Niño perjudica las áreas donde están la mayoría de los embalses. El norte y sur del departamento de Antioquia, el occidente del Valle del Cauca, Cundinamarca y Tolima, así como parte de la Orinoquia.
Y ese es un muy buen primer argumento de por qué necesitamos mayor porcentaje de renovables no convencionales en nuestra matriz eléctrica. El segundo punto, como lo recuerda Andrea Guerrero García, directora de Pragmatismo de Transforma, quien trabajó en el Ministerio de Ambiente en temas de desarrollo limpio y coordinó la Estrategia Baja en Carbono, es que con el crecimiento de la demanda eléctrica el Gobierno tendrá que decidir, muy estratégicamente, para qué lado halar la pita al suplirla. “Colombia está en un punto de inflexión, sobre todo ya habiendo aprobado varias termoeléctricas el año pasado. Pero tiene dos opciones: una es incorporar más energías renovables no convencionales y mantener su matriz limpia, o impulsar más termoeléctricas a partir de combustibles fósiles y alejarse de su meta de ser carbono neutro”.
Se ha hablado mucho del potencial en recursos naturales para energías renovables no convencionales en Colombia. Para arrojar un solo dato, quizás entre muchos, para 2020 la UPME calculaba un potencial que ascendía a los 33,9 GW, de los cuales el 74 % provendrían de energía solar fotovoltaica y el 25 % de energía eólica. Solo para entender mejor qué tanto estaríamos aprovechando este potencial, según señaló el año pasado Diego Mesa, ministro de Minas y Energía, la idea es que para 2022 se llegue a 2.800 megavatios (2,8 GW) instalados o en construcción.
Otro ejemplo que indica que son estrategias muy tímidas lo da González, de WWF. Aunque la ley que buscaba impulsar las energías renovables no convencionales fue publicada en 2014 (la 1715), la primera subasta que el Gobierno hizo sobre el tema fue en 2019. Allí se asignaron responsabilidades a ocho proyectos que, sumados, tienen una capacidad de 2.250 megavatios de capacidad instalada: cinco eólicos y tres solares.
Pero si el potencial es tan grande, ¿por qué no se aprovecha de forma más agresiva? Según Guerrero, hay dos temas claves. Uno es que Colombia aún depende económicamente y en gran medida de la exportación de petróleo y carbono (representando del 6 al 8 % del PIB). Y aunque las emisiones que se generen no hagan parte del inventario de gases de efecto invernadero de nuestro país, sino de el país donde se queman, esto representa un reto enorme en cómo hacer una transición justa hacia las energías renovables. “Han faltado planes para saber qué haremos con la economía, cómo educar a la gente en trabajos relacionados con la energía renovable y qué hacer con los empleos que están ligados a la industria de energías fósiles”, comenta.
Es más, a principios de este año el grupo Addeco presentó un informe en el que revelaba que casi el 85 % de los trabajos del mundo para 2030 no existen aún, pero que estarán relacionados con la economía circular. También calculó que, para 2050, los trabajos relacionados con el sector de energías renovables crecerán un 70 %, llegando a cien millones de empleos.
Esta última cifra tiene mucho sentido. Colombia no es el único país que determinó que quiere ser carbono neutro en 2050. La organización colombiana Transforma, de la que hace parte Guerrero, estimó que los países que, sumados, alcanzan el 68 % del PIB mundial de la economía tienen compromisos de carbono neutralidad para 2050 y China lo tiene planeado para 2060. “Para allá va la economía del mundo y de quienes le compran petróleo y carbón a Colombia, pero, eventualmente, dejarán de hacerlo. Así que toca estar acorde a esa economía a mediano y largo plazo y pensar, desde ya, ¿qué vamos a ofrecer y qué vamos a exportar?”.
Alejandro Lucio, director de Óptima Consultores, afirma que la estrategia para lograr esa transición de una manera equilibrada está, por ejemplo, en hacer combos de distintas fuentes de energías según el período que se está viviendo. El primer parte de seguridad que da es que la matriz eléctrica no será un problema, ya que, según las mismas proyecciones de la UPME, la expansión se hará a partir de eólica y solar, no de carbón.
Desde su punto de vista, en este momento, para generar confianza en una matriz eléctrica que no solo dependa de recursos naturales y no tan predecibles, sí se necesitará apoyo de las térmicas, pero no con carbón sino con gas. “En un mundo próximo, la expansión de generación deberá ser a punta de renovables no convencionales combinadas con gas, que no emite mucho”, sugiere. Ya cuando esa transición esté más avanzada, la combinación sería entre renovables y soluciones de almacenamiento. Es decir, el almacenamiento del excedente de electricidad que producen las renovables no convencionales en baterías, para poder mantener la oferta.
Lo cierto, y en esto están de acuerdo Lucio y González, de WWF, es que los grandes retos del sector energético están en otro lado: en el sector del transporte y en la industria; en otras palabras, en lograr electrificar la industria y el transporte de Colombia.
Electrificar los carros con renovables, un reto pendiente
Volvamos a lo bueno. La energía en Colombia no es el sector que más emite gases de efecto invernadero. Mientras en el país este sector representa el 34 % de las emisiones, por debajo del 55 % que emite la agricultura, el cambio de uso del suelo y el sector forestal, a escala mundial, según Our World in Data, la energía emite el 72 % de las emisiones. Es un salto gigante.
Pero si nos concentramos en el transporte veremos que la brecha, en este caso, no es tan alta. En Colombia se estima que el transporte aporta el 12 % de las emisiones, mientras que a escala mundial es del 16,2 %. Ante este panorama, las palabras de González ganan aún mayor validez: “Para reducir las emisiones de energía tenemos que electrificar el transporte. Pero de nada sirve electrificar el transporte si lo hacemos con generación térmica. Claro, siempre va a tener un buen impacto en temas de calidad del aire. Pero si electrificamos los vehículos a partir de termoeléctricas no estamos haciendo mucho para reducir las emisiones de gases efecto invernadero”.
El tema de electrificación de la flota, además a base de renovables, es complicado, pero no por eso imposible. Tiene que ver con muchos de los retos que se aplican para ampliar la matriz eléctrica y, claro, con que los costos para poder tener e importar estos vehículos vayan bajando.
Algunos de los proyectos que menciona la actualización de los compromisos climáticos de Colombia a 2030 (NDC, sigla en inglés para Contribución Nacional Determinada) sobre el tema son los siguientes: Bavaria, por ejemplo, dice que buscará la electrificación de gran parte de su flota a 2025 y el Ministerio de Transporte propone tener 60.000 vehículos eléctricos, que mitigarán casi 4,2 Mt (millones de toneladas) CO2 equivalentes.
Como lo comentan los expertos, la crisis del coronavirus nos recordó lo volátiles que son los hidrocarburos y el carbón, y que estamos en un punto de inflexión, un momento para diversificar el origen de nuestras energías. Hay que recordar que la economía mundial de aquí al 2050 será otra. Y que el país, a pesar de tener una matriz relativamente buena, debe pensar desde ya cómo sumarse a los retos de un mundo carbono neutro.
Tomado de El Espectador