Asia se convirtió en el basurero del mundo. Los países del primer mundo no dejan de enviar contenedores llenos de sus desechos con destino a países en vía de desarrollo. El problema es cada vez más difícil de detener, y en lugar de cambiar hábitos, ahora se generan aún más desechos.
El problema se agudizó desde 2018, cuando China decidió prohibir el ingreso de basura a su país, bajo una política que llamó “Espada nacional”. Desde los años ochenta, el gigante asiático se había convertido en el basurero del mundo, por lo que su decisión desubicó a las potencias que se aprovechaban de ello. Como consecuencia, Malasia empezó a recibir de manera ilegal miles de toneladas de basura proveniente de otros países, generalmente ubicados en Europa y Norteamérica.
Durante esos años China recibió cantidades exorbitantes de residuos y, como suele suceder en ese país, convirtió este asunto en un negocio exitoso. De hecho, Zhang Yin, quien se convirtió en la mujer más rica de China y en la primera incluida en la lista Forbes, obtuvo su fortuna gracias al negocio de papel y reciclaje. Su empresa de reciclaje Nine Dragons importó, en su momento, la mayor cantidad de contenedores de residuos provenientes de Estados Unidos.
Malasia heredó desde 2018 la etiqueta de ‘basurero’ del mundo, pero allá ha sido muy difícil manejar la importación de basuras provenientes de otros países. De hecho, en 2019 el país asiático se convirtió en el principal destino de desechos plásticos a nivel mundial. Esto incrementó la construcción de fábricas de reciclaje, que ya no dan abasto. Por esta razón, los desechos se convirtieron en un problema: los depósitos se llenan cada vez más de plásticos que no se reciclan y contaminan el medioambiente.
Los países desarrollados exportan sus desechos al tercer mundo. ¿Por qué? Porque los residuos sólidos vienen contaminados y se necesita personal para separar a mano lo que se puede usar de lo que no, y esto tiene un costo importante. Así pues, los países ricos buscan sacar provecho de la barata mano de obra asiática para reducir costos.
Según la base de datos Comtrade de Naciones Unidas, publicada en 2018, en ese año lideraron la lista de exportadores de plástico Japón, con 925.953 toneladas, Estados Unidos con 811.420, y Alemania con 701.539. También entran en la lista Bélgica, Francia, Reino Unido, Polonia y Canadá. Todos estos envían sus residuos principalmente a Malasia, y ante la saturación de esta también a Tailandia, Vietnam y Hong Kong.
China fue el principal importador de basura durante décadas. En 2018 restringió el ingreso de residuos provenientes de otros países.
Este problema no es nuevo. De hecho, en 1992 entró en vigor el Convenio de Basilea, que busca aplicar un estricto control a todas las fases de los residuos peligrosos y contaminantes, desde su producción, uso, procesamiento y desecho. Además, obliga a los países firmantes a hacerse responsables de su basura para evitar enviarla a otros países, los cuales muchas veces no cuentan con las condiciones técnicas suficientes para encargarse del proceso. En 2019 actualizaron el convenio para incluir los plásticos en la lista de residuos sólidos. Estados Unidos no firmó este acuerdo, en contraste con 187 que sí se comprometieron a cumplirlo. Aunque más de un país no firmó el documento, la Convención de Basilea aplica a todo aquel que quiera exportar basura.
Soluciones inmediatas
El mundo está enfrentado a una situación que no da espera. Anualmente el planeta produce más de 2.100 millones de toneladas de basura, de las cuales solo el 16 por ciento es reciclada.
Según el informe What a waste 2.0 a global snapshot of solid waste management, realizado por el Banco Mundial, en 2050 la producción de desechos aumentará 3,4 miles de millones de toneladas. Esta cifra sería completamente inmanejable para los países asiáticos que, de acuerdo con el Convenio de Basilea, no tendrían por qué recibir toneladas de basura.
Por esa razón algunos ya están impulsando la ya conocida, pero poco aplicada, economía circular, un concepto ideado por la activista Ellen McArthur. Esta básicamente plantea dejar atrás el concepto lineal de “extraer, producir y desechar”, para pasar al sistema circular de “reducir, reusar y reciclar”. Esto permitiría aprovechar los recursos en todas las fases de producción, disminuiría el desperdicio y la contaminación, y regeneraría los sistemas naturales, con obvios beneficios para la sociedad.
«En 2050 la producción de desechos aumentará 3,4 miles de millones de toneladas».
La buena noticia es que sí existen países que se preocupan por procesar y reciclar sus residuos. Uno de ellos es Taiwán, que se convirtió en ejemplo para el mundo por su cultura de reciclaje. En 1988 su Administración para la Protección Ambiental (EPA) se vio obligada a tomar una decisión radical para solucionar el problema de la basura. Como primera medida obligó a las empresas a pagar un impuesto de reciclaje destinado a financiar un programa de reciclaje. La EPA, además, impuso tasas que los taiwaneses deben pagar por la basura, lo que los obliga a ser mucho más precavidos y los motiva a aplicar la economía circular. En 2012 Taiwán logró una tasa de 54 por ciento de reciclaje.
Noruega y Suecia, por su parte, importan basura para producir energía. La separación de basura por colores les permite procesar mejor los desechos y al incinerar el 50 por ciento de estos, producen energía tanto para calefacción como para electricidad.
Sin embargo, pocos países se esfuerzan por hacerse responsables de sus propios residuos. Hasta que la situación no mejore, los países asiáticos seguirán siendo los basureros del mundo y lo más grave: la contaminación no se detendrá.