Los bosques regulan el ciclo del agua, protegen los suelos, contribuyen a equilibrar el clima, son la fuente de muchos recursos y son el hogar de miles de comunidades. Estas son algunas de las alternativas para no dejarlos morir.
Deforestación, incendios, extinciones masivas, contaminación o alteraciones climáticas han probado que el ser humano es único destruyendo bosques; pero coincidiendo con el día mundial dedicado a estos ecosistemas conviene recordar que al hombre se le da tan bien restaurar como destrozar, y que hay motivos para la esperanza.
La restauración funciona
Uno de ellos tiene que ver con el lema elegido este año por Naciones Unidas para celebrar el Día Internacional de los Bosques: “Restauración forestal, un camino a la recuperación y el bienestar”, y con el nombre otorgado a esta década, declarada Decenio de la ONU sobre la Restauración de los Ecosistemas 2021-30, en cumplimiento del ODS 15.
Los científicos han constatado que la regeneración de bosques destruidos no solo funciona, sino que mejora el almacenamiento de carbono en más de un 50%, comparada con la regeneración natural.
El dato es el resultado de años de comparación de las tasas de recuperación de carbono entre bosques que se regeneran naturalmente y aquellos que reciben ayuda, en un estudio realizado por un grupo internacional de investigadores liderados por Greg Asner, de la Universidad Estatal de Arizona, y publicado en 2020 en la revista Science.
“Regenerar es lo que mejor funciona. Hay que inventariar lo que queda de bosques degradados, y aprovechar esos fragmentos o islas y ayudarles mucho, con fertilidad, con conectividad…”, explica el investigador del departamento de Cambio Global del CSIC, Fernando Valladares.
Para contribuir a la reforestación de zonas degradadas, sobre todo por incendios, hay varias empresas emprendedoras en el mundo, entre ellas la española: CO2 Revolution, que han creado drones capaces de plantar hasta 100.000 árboles en un día.
Desde su creación en 2018, CO2 Revolution ha trabajado en proyectos de reforestación en siete Comunidades Autónomas españolas y acaba de arrancar otros tantos en México.
Utilizan un modelo mixto de plantación con drones, que llegan a reforestar hasta 16 hectáreas al día, y sobre el terreno, con personas en riesgo de exclusión social previamente formadas, explica Juan Carlos Sesma, director de esta startup, quien explica que esparcen semillas de todas las especies que componen el ecosistema a restaurar (árboles, partorales y florales) y hacen seguimiento del arraigo posterior.
Sabemos cómo reconectar
Una de las mayores amenazas para los bosques en las últimas décadas ha sido la cantidad de infraestructuras y claras que se han levantado entre ellos, dividiéndolos en ecosistemas aislados y deteriorados.
Sin embargo, ya existen ingeniosas soluciones contra este fenómeno denominado fragmentación de hábitats, que están ayudando a que los bosques vuelvan a funcionar en red, entre ellas la creación de corredores, pasos de fauna o refugios de paso (más conocidos por su nombre en inglés, “stepping stones”).
Esos refugios de paso se han demostrado extremadamente útiles para mejorar las poblaciones de pájaro carpintero en el norte de España, a base de crear pequeñas paradas para que estas especies de aves puedan parar a comer o a descansar, y así ir de salto en salto por hábitat desfavorables hasta llegar al adecuado.
La construcción de los pasos de fauna está evolucionando rápidamente hacia soluciones más naturalizadas, baratas y menos contaminantes. California, por ejemplo, contará pronto un con paso elevado para fauna hecho de plástico reciclado con fibra, en Siskiyou County, cerca del límite con el Estado de Oregón.
Las especies pueden volver
Lo que las amenazas quitan al bosque, vuelve cuando en cuanto desaparecen o se aminora. Así ha ocurrido en España con las poblaciones de buitre leonado o de milano gracias a la lucha contra los envenenamientos.
Con las exitosas repoblaciones de pinos, robles o encinas también han regresado a los bosques de la Península Ibérica más zorros, ardillas, o jabalís de los que había hace un par de décadas.
Bacterias “come plástico”
Aunque la lucha contra el plástico en la naturaleza pasa por sustituirlo por materiales biodegradables y por evitar su vertido, la Ciencia ha dado pasos importantes en el desarrollo de bacterias que se coman el plástico ya existente.
Científicos japoneses descubrieron en 2016 que la “ideonella skaiensis” se come el PET (polietilén-tereftalato) del que están hechas la mayoría de botellas de plástico; y un proyecto europeo en el que participaron científicos españoles y alemanes detectó en 2020 otra bacteria que engulle el poliuretano.
También el pasado año, científicos británicos y estadounidenses crearon una “super encima” modificando bacterias, que descompone tanto el PET como el poliuretano en cuestión de días.
Wolfgang Zimmerman, investigador de biocatálisis de la Universidad de Leipzig (Alemania) explica que el desarrollo de “bacterias come plástico” se enfrente a una realidad básica: la evolución, ya que los microbios contaron con millones de años para aprender a biodegradar frutas y cortezas de árboles, pero apenas han tenido tiempo de aprender a descomponer plástico, que prácticamente no estaba en la naturaleza antes de 1950.
No obstante, incide en que dado que lo más probable es que se necesitemos microorganismos modificados genéticamente –y producidos a gran escala-, habría que tener mucho control para liberarlos en el medio ambiente y que cumplan su misión de acabar con el plástico sin provocar daños colaterales.
Avanzamos para frenar el cambio climático
Y en la lucha contra el cambio climático, todos los actores coinciden en que no se hace lo suficiente, pero reconocen que sí se ha dado un giro en dirección correcta, y lo que falta es ganar velocidad.
Las renovables ya han apretado el acelerador. Su generación crecerá este año un 10% a nivel mundial y superará a la de los combustibles fósiles en 2025, según la última previsión de la Agencia Internacional de la Energía (de noviembre de 2020), mientras los mercados han abrazado la energía solar por ser la más barata.
La esperanza no es una licencia para relajarnos, sino un recordatorio de que no podemos darnos por vencidos: ¡Feliz Día Internacional de los Bosques!
Tomado de El Espectador