Compra y venta de chatarra y cobre, un negocio invisible y rentable

El hurto de cables para la extracción de cobre es un delito menospreciado que causa grandes afectaciones. Le contamos qué hay detrás.

Durante casi un mes los semáforos en la rotonda de Bazurto no funcionaron porque, según explicó el Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte (DATT), unos delincuentes partieron dos o tres tapas de registros y robaron todos los cables del sistema, lo que obligó a las autoridades a hacer inversiones y reponer el cableado.

En febrero, la empresa AGM Desarrollos, concesionario de alumbrado público en Turbaco, denunció que en la variante que comunica con la zona industrial de Mamonal se han hurtado más de 33 kilómetros de cable y 200 cajas de inspección, que representan pérdidas por más de $250 millones.

La razón es una sola: extraer el cobre que hay en el interior de los cables y venderlo como chatarra. Según algunas chatarrerías consultadas por este medio, actualmente el kilo de cobre se compra en $24.000, el doble de lo que costaba antes de pandemia. Sin embargo, los dueños de estos lugares aseguraron que no todo el metal que llega es extraído de cables, pues este se encuentra en muchos elementos.

Por otra parte, de acuerdo con la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Públicos y Comunicaciones (Andesco), entre 2019 y 2020, en términos de hurto de infraestructura en las redes, se ha tenido una variación del 47%, pasando de $62.382 millones a una estimación de $91.432 millones. El sector más afectado es el de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, con casi $47 mil millones de pesos en 2020. Además, la población afectada supera el millón y medio de usuarios.

De alto riesgo

El simple hecho de que una persona manipule las redes eléctricas, sin ninguna medida de seguridad, pone en alto riesgo su vida y la de los transeúntes.

Aun cuando logran cometer este delito, el cobre que se encuentra en los cables está protegido por una capa de aislamiento, que al ser destruido con calor libera toxinas como partículas de metales pesados, dioxinas y otros químicos que pueden provocar, entre otras cosas, intoxicación por metales pesados y dañar el sistema nervioso. También pueden generar infecciones e inflamaciones pulmonares e incluso problemas cardiacos.

De igual manera, el cobre también retiene el calor fácilmente, por lo que al manipularlo se expone a un mayor riesgo de quemaduras.

Un delito menospreciado

Teniendo en cuenta las afectaciones por el robo de cables para la extracción de cobre, desde el 2007 este dejó de ser considerado por la ley como hurto simple y pasó a ser hurto calificado con circunstancias de agravación punitiva, con el fin de que los jueces y fiscales tengan una herramienta fundamental para administrar justicia y minimizar de esta manera el daño causado por los delincuentes.

“La pena será de cinco a doce años de prisión cuando el hurto se cometiere sobre elementos destinados a comunicaciones telefónicas, telegráficas, informáticas, telemáticas y satelitales, o a la generación, transmisión o distribución de energía eléctrica y gas domiciliario, o a la prestación de los servicios de acueducto y alcantarillado”, establece el artículo 240 de la Ley 599 de 2000, Código Penal.

En Cartagena no hay registros de personas que hayan sido condenadas por este delito. Sin embargo, en otras zonas del país sí hay casos. Por ejemplo, en Pereira, un hombre fue condenado a pagar nueve meses y once días tras las rejas por hurtar un cable conductor de energía, instalado en una cámara subterránea.

En 2019, en el Atlántico, dos hombres fueron condenador por el juez Primero Promiscuo Municipal de Usiacurí a 45 meses de prisión (3 años y 9 meses) por hurtar 198 metros de cable que pesaban alrededor de 45 kilos. Además, en ese mismo año, fue desarticulada la banda los Pelacobre, que se dedicaba al hurto de redes eléctricas en el sur del departamento y habrían causado pérdidas por más de $1.000 millones, afectando con ello el servicio.

“Los actos vandálicos y el hurto en nuestro sector afectan la calidad de vida de la población e incrementan posibles riesgos a la seguridad de las personas. Hay robo de medidores de energía, acueducto, gas, canecas, contenedores de residuos, cables, armarios, transformadores de potencia, lámparas de alumbrado público, tubos de cobre, entre mucho otros. Sin embargo, estas situaciones no han logrado el protagonismo que merecen; solo cuando sentimos el impacto de haber cogido con el carro el hueco por la alcantarilla sin tapa o cuando pasamos días sin luz o sin internet por los daños en la zona, es que recordamos que esto es un problema de todos”, manifestó Camilo Sánchez Ortega, presidente de Andesco.

Añadió que es indispensable crear grupos élite en la Policía para estos delitos que afectan directamente el bienestar de los colombianos, así como capacitar a los jueces y fiscales e incentivar las denuncias.

“La ciudadanía tiene que participar activamente en la denuncia y la Superintendencia de Servicios Públicos facilitar, dentro del marco del debido proceso, que los defraudadores realmente sientan que robar no paga y crear medidas disuasivas con respuestas rápidas, contundentes y suspensión efectiva del servicio en cualquier situación ilegal”, puntualizó.

Un país con potencial

El ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, ha manifestado que una de las líneas de trabajo de este año es aumentar la producción de cobre, ya que es un metal clave en la transición energética, y que el cinturón de cobre —que explotan Chile, Perú y Panamá— también pasa por zonas de Colombia.

“El país tiene un gran potencial de hacer una transición hacia minerales metálicos, porque la transición energética, que hoy avanza a pasos acelerados, depende también de la diversificación de la canasta minera”, señaló.

El objetivo del Gobierno nacional es que Colombia se convierta en el tercer mayor productor de cobre de América Latina, superado solo por Chile y Perú, es decir, tendría que desplazar a México, que en 2020 produjo 690.000 toneladas, según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos.

Para lograrlo, desde ya el país viene alistando 12 zonas para la producción y explotación del cobre, que en total suman 12.816.000 hectáreas, y se encuentran distribuidas en 16 departamentos del país.

Registros del Ministerio de Minas y Energía (MME), remitidos del Servicio Geológico Colombiano (SGC), indican que en la zona del Tolima se concentra el mayor espacio para la producción de cobre, con 4.350.000 ha; le siguen en su orden Santafé de Antioquia, con 3.100.000 ha; Mocoa, con 2.352.000 ha; y Vali, con 914.000 ha.

Por otra parte, de acuerdo con el presidente de la Agencia Nacional de Minería, Juan Miguel Durán, se han identificado varias áreas con alto potencial de cobre, que han sido declaradas como Áreas Estratégicas Mineras.

“Ruta del Cobre es el nombre que le hemos dado al proceso de selección objetiva para adjudicar estas áreas. Esperamos que la exploración y explotación de cobre aumente significativamente en los próximos años, gracias a este proceso competitivo y a los actuales proyectos de cobre en Colombia”, señaló durante su participación en el webinar “Oportunidades de inversión extranjera directa y del mercado de capitales en Colombia”.

Así funciona el negocio

Lo primero que hay que tener en cuenta es que en el mercado hay dos tipos de cobre: uno mixto y otro “puro”, por eso los chatarreros afirman que gran parte del cobre no proviene de los cables, pues es el de menor valor.

“El cobre que viene de sulfatación lo pagan $1.000 o $2.000 más barato porque cuando se exporta, para procesarlo, tiene que pasar por un proceso de limpieza para que retome su color”, contó Milton Pinillo, dueño de una chatarrería.

Una vez hecha la clasificación, el chatarrero le vende a un mayorista que recoge este metal y los otros tipos de chatarra.

“Él es como un comisionista y se gana un porcentaje por kilo, que por lo general es del 5%. Recoge en las chatarrerías y tiene la conexión directa con los exportadores, y esos que le compran a él lo que hacen es embodegar y prensar, porque para mandarlo a países como China y México debe salir prensado para que no haga mucho volumen en los contenedores”.

Es decir, el cobre, al pasar por toda esa cadena, termina teniendo un valor supremamente alto.

“Muchas veces la chatarra sube y nos dicen que está barata, hacen un monopolio para pagarla así, y nos amarran porque nosotros compramos con base en lo que ellos nos pagan, y al final terminan ganando más que nosotros”, afirmó Pinillos.

Según contó el chatarrero, este es un negocio menospreciado en el país, pues se exportan grandes cantidades de chatarra que luego ingresa al territorio nacional convertida en otras cosas.

“Colombia manda la chatarra a China y ellos no las devuelven en carros, motos, tecnología y demás, por eso manejan el monopolio; cualquiera dice ‘basura, chatarra’, pero no es así, eso es plata”.

Tomado de El Universal