Ciudades sostenibles: cuidando el agua

Las ciudades deben cuidar sus fuentes hídricas para ser sostenibles. No solo para garantizar la provisión de agua potable a sus ciudadanos, sino también para tener una matriz energética más limpia.

En el marco de la alianza Ciudades Sostenibles, que SEMANA y EPM han realizado a lo largo de este año, se llevó a cabo el pasado 10 de octubre el foro ‘Ríos en Colombia, encauzando la calidad de vida’. El encuentro tenía el objetivo de analizar las acciones necesarias para proteger el agua como un bien común. La principal conclusión fue la necesidad de que las ciudades empiecen a diseñarse y pensarse en torno a este recurso hídrico, no solo dentro de los límites de sus territorios; también en zonas geográficas externas de las que dependen.

En otras palabras, será necesario que los estamentos de las ciudades –sector público, empresarial y sociedad civil– tengan consciencia de las interconexiones ambientales que existen entre diferentes ecosistemas, incluso aquellos a miles de kilómetros de distancia. Por ejemplo, la relación que hay entre la selva amazónica con el sistema de páramos de la capital y los ríos que la recorren y abastecen a sus ciudadanos.

Pero la consciencia debe estar acompañada de acciones. Para Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN, si bien tenemos un estudio nacional del agua anual, es necesario tener mejores respuestas desde las políticas públicas y las instituciones. “Los nuevos acuerdos deben ser operacionales, estar apoyados en los planes de ordenamiento de cuencas, y contar con una buena coordinación y recursos financieros”, asegura.

Sobre esto, la directora de Desarrollo Sectorial del Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio, asevera que desde esta cartera trabajan para priorizar las cuencas más afectadas y asignar recursos de manera más acertada. Esa coordinación, sin embargo, debe incluir obligatoriamente al sector privado. Existe un falso dilema entre conservación y desarrollo, como dice Mauricio López, director ejecutivo de la Red Colombia del Pacto Global de las Naciones Unidas, y es necesario conciliar para buscar soluciones ambientalmente amigables.

En Colombia, EPM ha liderado varias de estas acciones. Desde hace años está haciendo un esfuerzo de conservación y protección del recurso hídrico en las cuencas donde hace presencia. Se pusieron la meta de reforestar 137.000 hectáreas y han alcanzado más de 70.000. Además, en Medellín, con sus plantas de tratamiento de aguas residuales, están devolviendo a los ríos el recurso casi potable, después de inversiones de billones de pesos.

 

Pero cuidar las cuencas no solo será necesario para el abastecimiento de agua potable. Como explica Jorge Londoño de la Cuesta, gerente de EPM, el cambio climático afecta a Colombia tanto en la prestación del recurso hídrico como en la energía, pues bien es sabido que la matriz energética del país es principalmente soportada en las hidroeléctricas, que se ven afectadas con los fenómenos de sequías.

Bayron Triana, presidente ejecutivo (e) de la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica, lo dice claro: “Debemos tener ríos y ecosistemas sanos para la transición energética”. No en vano, desde 1994, estas empresas han aportado 5,5 billones de pesos a municipios y corporaciones autónomas para contribuir a la conservación. Se estima que para 2030 el consumo de energía se incrementará en casi 56 por ciento y la hidroelectricidad seguirá jugando un rol trascendental.

En cuanto al diseño de las ciudades en torno al agua, llamó la atención la experiencia que presentó María del Pilar Restrepo, subdirectora ambiental del área metropolitana del Valle de Aburrá. Si bien los municipios de este territorio se habían desarrollado de espaldas al río, han entendido con el tiempo que la cuenca hidrográfica es la “autoridad por excelencia”.

Desde 2015 cuentan con el Plan Quebradas, que estructura la estrategia para que los actores trabajen en un propósito común. Para esto se han basado en algunos casos europeos, que han alcanzado la gobernabilidad del agua y que, incluso, cuentan con gerentes públicos por cada una de las cuencas.

Restrepo, quien considera que se debe profundizar la relación urbano-rural, agrega que “los campesinos que cuidan nuestras fábricas de agua deben recibir un pago por servicios ambientales, pues tenemos una relación de interdependencia”. En todo caso, este sería un primer paso necesario para comprender esas conexiones sistémicas que permiten garantizar a los habitantes de una ciudad el derecho al agua.